A casi todos, en algún momento, nos pica el mosquito cuyo veneno nos impulsa a contar historias, sobre todo a partir de nuestra propias vivencias. Esto es totalmente válido, pero para construir un cuento, un buen cuento, es necesario que a ese pedazo de vida del que hemos sigo testigos o protagonistas, le añadamos las alas de la fantasía. de este modo, el cuento adquiere ricas dimensiones. Escribir acerca de nuestra vida concreta tiene el peligro de vanalizar, de hecho pienso que lo que vivimos diariamente es en mucho la repetición de actos anodimos, aunque uno piense que está descubriendo el hilo negro. Para romper con esa vanalidad, hay que darle vuelo a la imaginación, no cortarle las alas. Este es uno de los errores más frecuentes en los narradores que comienzan, muchos de los cuales no trascenderán los límites de sus creaciones si se concretan a contar sólo lo que viven o les cuentan.
Bueno, después de esta reflexión, paso a invitarlos a que me envien sus cuentos para comentarlos o publicarlos en esta página. Sale, los saludo con afecto.
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