Sylvia Aguilar Zéleny (Hermosillo, Sonora, 1973). Licenciada en Letras hispánicas por la Universidad de Sonora, estudia la maestría en estudios humanísticos en el Tec de Monterrey. Ha publicado en diversos libros y revistas de circulación nacional. Formó parte del laboratorio fronterizo de escritores en el verano de 2006. Ha publicado dos libros de cuento: Gente Menuda (1999) y No son gente como uno (2003). Ha sido becaria del fondo estatal para la cultura y las artes en dos ocasiones. http://www.sylvissima.blogspot.com/
HÁBITOS DE SUEÑO
Nothing has changed.
The body is susceptible to pain…
Wislawa Szymborska
A su madre le parecía tierno encontrar a Evelyn dormida en un rincón de la casa, tras el sillón, bajo el escritorio, bajo la cama, en el clóset. Existen aún dos fotos que son testimonio de las siestas de la pequeña: Evelyn está hecha bolita bajo el grifo del baño, Evelyn está hecha bolita tras la máquina de coser de la abuela. “Se ve tan tierna” repetía siempre su mamá.
Al principio, por supuesto, se reprendía a la niña por no dormir en su cuarto, después se hizo costumbre averiguar dónde estaba dormida la más pequeña de la familia. Roberto, su hermano, era siempre quien la encontraba. Una y otra vez le preguntaban “¿por qué duermes ahí?” y ella siempre respondía “no sé”. Roberto, que era cuatro años mayor que ella, respondía “es que está loca”. Sí, parecía una locura abandonar la cama de noche y, sin importar el frío, dormir donde sea.
En las reuniones esas en que las familias comparten los secretos más íntimos, los padres de Evelyn siempre platicaban la manía de su hija: “¡Una vez la encontramos dentro de la regadera!”. Las risas no se hacían esperar. Un rincón siempre superaba al otro, un rincón era más gracioso que el otro.
Platicar los hábitos de sueño de su hija menor fue parte de la vida de la familia. Aún ahora, que ella es adulta, la anécdota se repite cada navidad. Sus padres siguen encontrándolo gracioso. Roberto sigue diciendo: “es que está loca”.
Pero Evelyn no estaba loca. Dormir fuera de cama no era una manía. Evelyn buscaba un lugar lejos, un lugar cualquiera, un lugar que hiciera distancia entre su cuerpo y las manos que la torturaban una y otra vez. Eso, Evelyn no lo encontraba nada tierno.
Al principio, por supuesto, se reprendía a la niña por no dormir en su cuarto, después se hizo costumbre averiguar dónde estaba dormida la más pequeña de la familia. Roberto, su hermano, era siempre quien la encontraba. Una y otra vez le preguntaban “¿por qué duermes ahí?” y ella siempre respondía “no sé”. Roberto, que era cuatro años mayor que ella, respondía “es que está loca”. Sí, parecía una locura abandonar la cama de noche y, sin importar el frío, dormir donde sea.
En las reuniones esas en que las familias comparten los secretos más íntimos, los padres de Evelyn siempre platicaban la manía de su hija: “¡Una vez la encontramos dentro de la regadera!”. Las risas no se hacían esperar. Un rincón siempre superaba al otro, un rincón era más gracioso que el otro.
Platicar los hábitos de sueño de su hija menor fue parte de la vida de la familia. Aún ahora, que ella es adulta, la anécdota se repite cada navidad. Sus padres siguen encontrándolo gracioso. Roberto sigue diciendo: “es que está loca”.
Pero Evelyn no estaba loca. Dormir fuera de cama no era una manía. Evelyn buscaba un lugar lejos, un lugar cualquiera, un lugar que hiciera distancia entre su cuerpo y las manos que la torturaban una y otra vez. Eso, Evelyn no lo encontraba nada tierno.
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