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21 de agosto de 2007

A DIARIO -21 DE AGOSTO 2007


Se acerca inevitable mi cumpleaños número 44- 12 de septiembre, no lo olviden-. Qué horror, me estoy haciendo viejo y por ningún lado advierto las señales de madurez. Es más, en estos días he vuelto a sentir un vuelco en el corazón como un alocado adolescente. Tomo decisiones, no siempre las mejores y me lleno de preocupaciones que a otros de mi edad seguramente les parecen juegos de niños. Obviamente ha habido avances en la búsqueda de mejorar mis respuestas ante las situaciones difíciles. Espero por lo menos ser más eficaz para continuar resolviendo mis problemas. Una buena actitud siempre será mejor para abrir puertas. Aprender a esperar— no pasivamente— los tiempos mejores que seguramente están por venir es toda una aventura para alguien que siempre ha vivido apresurado. Quiero comentar que en cuanto al desarrollo de mi obra escrita todavía no siento que haya llegado a un puerto seguro. Hay mucho trabajo para delante y espero tener la oportunidad, el tiempo y la disciplina necesarios para lograr una buena obra. A pesar de que en estos días concluí un libro más, no me ha dejado tan satisfecho, tal vez si lograra la publicación, quizá. Por otra parte, no tengo grandes urgencias de publicar cosas nuevas. Más bien me gustaría una reedición del Detrás de la barda y de la novela Ruinas de pueblo viejo. Esto me daría la oportunidad de revisar ambas obras y darles un cierre adecuado. Por otra parte, a pesar de contar con un trabajo estable, me veo frecuentemente en apuros económicos, lo que me está obligando a realizar otros trabajos que compensen y me saquen a flote. Ya veremos cómo pinta este inicio de ciclo. Por lo pronto, espero sacar a la venta algunos ejemplares del detrás de la barda, ya de perdida para la gasolina. Ahí les encargo.

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