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16 de abril de 2008

EL CUENTO SEMANAL 14


GATA
ESTEBAN DOMÍNGUEZ

Las libélulas del solar de la infancia zumban y zumban, como entonces. No paran en ningún lado. No cambia nada. La gata también ha de perseguirme hasta el último aliento. Yo las veo siempre. Están conmigo. Gata y cigarra. Se llaman “Cigarrillos o cigarras”, me susurraba mi hermana. A dónde me muevo van conmigo, me acompañan como perritos falderos.
Algún día atrapamos unas cigarras y les pusimos un hilo en la cola, entonces volaban con todas sus ganas y cuando se creían más allá de su cautiverio, se le daba un tirón al hilo y ahí las tenías cerca de tu mano. Era agradable cómo te cosquillaban en la mano, su aleteo, sus diminutas patas, su impotencia. Con la gata fue otra cosa.
Las nubes eran enormes y a esa edad no son lo mismo que a esta. Ya no las hacen como antes. Allá, en el solar de la infancia, eran gigantescas y se movían rápidas. Jugábamos a descubrir formas de animales en el cielo. Un camello, un elefante, un burro, ahí va un dragón. Aunque uno no sabía bien cómo eran esos animales.
Sabía que en poco tiempo el cielo iba a cobrar vida de tal modo haría ruido que nadie se atrevería salir. Luego el agua vendría a resbalar por las palmas de la casa y caería en torrentes ahogando el patio de los juegos. La calle perdería sus contornos. El mundo entero estaría mojado por muchos días y noches.
Y nosotros, toda mi familia, acurrucada al fondo de la casita de paja y paredes de madera. Mamá contando cuentos tan veraces que en las noches todavía me hacían temblar de puro susto.
Pero no es de la lluvia sobre lo que quiero contar, sino de la gata. De la gata y de la infancia de un niño y de las cigarras.
Había otros tiempos en que no caía ni gota y entonces nuestro patio se mantenía lleno de niños y muchachos. Uno de ellos, nunca se supo quién, trajo a la gata. Mamá dijo que para hacer el daño, pero resultó para mí toda una experiencia temprana con la muerte.
La gata era blanca y venía con una herida larga por toda su cara, atravesaba uno de sus ojos que estaba inflamado, enorme. “Un machetazo”, dijo mi hermano mayor.
Se acurrucó debajo de unas tablas y mi madre, siempre compasiva con todos los animales, anduvo procurando con las vecinas un poco de mertiolate. Cuando se lo aplicó, me arrimé bastante porque estaba seguro de que sería muy emocionante. La gata se dejó curar. Con los días se iba aliviando. Fue cuando me arrimé cada vez más al rincón donde la gata hizo nido. La cortada iba cediendo, ya casi no sangraba. Pero era el ojo el que no tenía remedio. Un día me dediqué a rascarle con una ramita el ojo herido, lo hice con mucho cuidado porque la gata se quedó quieta. Durante mucho rato le estuve jugando, hasta que de pronto, empujé la vara con fuerza al interior de su ojo, entonces pegó tan fuerte chillido que todo mundo vino a ver qué pasaba. La gata había salido corriendo y sólo quedaba el rastro de su sangre. Días después la encontraron muerta al lado de unas matas. Yo corrí a verla y me quedé helado cuando vi que de su ojo salían los gusanos, eran como granos de arroz cocido, pero con movimiento. Desde ese día la gata se trepó a mi espalda, será por eso que no me estiré demasiado o por lo que me mantengo un poco inclinado. El chiste es que no ha faltado a ninguna de mis noches. A veces en medio de un sueño apacible, un rastro de sangre me conduce hasta donde la gata, con manos humanas, trata en vano de acomodarse su ojo. Otras veces me grita: No te hagas, devuélveme mi ojo. No seas malito, ya dime dónde lo tienes. De tanto tenerla presente, acabé por hacerle un hueco en mi cama. Han pasado tantos años, la infancia es una lejanía y siguen zumba que zumba las cigarras y la gata se acurruca entre las tablas y las nubes son enormes y yo sigo asustado de mi fechoría.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé por quién sentir más pena. Si por la gata o por el travieso. Excelente cuento.Brenda.

ESTEBAN DOMINGUEZ (ATP EN COORDINACIÓN ACADÉMICA DE SECUNDARIA) dijo...

Gracias, Brenda, por tu comentario.

nacho dijo...

Eres malo, pobre gata... pero por otra parte, el texto rezuma un lirismo tremendo, pícaro, nostálgico, lleno de sabroso artificio.
saludos y felicidades por la nueva edición de Con un Vuelco...

nacho m.