BIENVENIDOS A LA ISLA DEL CUENTO

El lugar donde la realidad y la fantasía no conocen fronteras. Anímate a escribir un comentario y si tienes un cuento compártelo.

28 de abril de 2008

EL CUENTO SEMANAL 16


UN TRAVIESO
Esteban Domínguez
Simpático, sí lo soy. Siempre lo he sido desde que fui creado hasta el desdichado, pero risueño día de hoy. Se los cuento rapidito porque no sé hasta cuándo se terminen mis felices días yo creo que no falta mucho. Resulta que mi nacimiento fue muy afortunado, salí de la máquina rapidito, entero. Los de control de calidad me aprobaron al instante y mi sonrisa fue contagiosa, hasta mis amigos se sangolotearon en el aire. Luego que nos empacaron, pues ahí estaba ya calladito, nos metieron en una caja de tres en tres. Ni mis amigos ni yo sabíamos lo que nos esperaba, así que en todo momento estuvimos optimistas. Viajamos cientos de kilómetros desde la fábrica a los lugares de destino. Estamos en un súper, no en una farmacia, en un consultorio. No lo sabíamos. Lo curioso fue cuando nos adquirieron, ahí al salir luego, luego del establecimiento, nuestro dueño abrió la caja y nos liberó por un momento, tiró la caja bajo su carro y a nosotros nos confinó a la bolsa de su pantalón, éramos tres y siempre es incómodo. Era temprano en la mañana y en la fábrica habían sacado una estadística en torno a que el uso de nosotros es normalmente por las noches. Este dueño nuestro actuaba bastante raro. Una música romántica se escuchaba lenta y él la tarareaba. Se notaba que estaba feliz. Condujo el auto y esperó por bastante rato hasta que se abrió la puerta y alguien abordó, era ella. Se besaron rápidamente, un beso suave pero apasionado, eso se notaba. Mis amigos y yo nos removíamos en la bolsa del pantalón, estábamos inquietos por los acontecimientos futuros. Enfiló el auto hacia una zona apartada de la ciudad, eso supusimos. Al detenerse el auto ambos bajaron y entraron en una habitación y nosotros con ellos. Sabíamos que nuestro destino estaba cercano, lo presentíamos y así fue. Después de rápidas y anhelantes caricias, se desnudaron completamente, a nosotros nos sacó una mano de donde estábamos y nos pusieron sobre la almohada, ahí esperamos temblando ahora sí de miedo. Sacaron al primero de nosotros rasgando el sobre de empaque a prueba de contaminación y máxima lubricación, tamaño regular. Los dos restantes nos sangoloteábamos a sus movimientos, mi compañero en uso hacía extraños ruidos mientras entraba y salía en aquella cueva y cubriendo aquel cuerpo extraño. No sabíamos si se quejaba de placer o de sufrimiento. Preferimos pensar lo primero. Luego me tocó mi turno. Todo parecía normal, pero cuando me pusieron sobre aquella carnosidad y luego me empujaron para la cueva, me desprendí muy hábilmente y me acomodé adentro de la cueva, soporté aquellas tremendas embestidas mientras me hacía bolita ahí dentro. Viéran visto la cara de aquellos dos cuando se calmaron sus respiraciones y en vano me buscaron por todas partes, se dieron cuenta de que no estaba, que me había quedado dentro del cuerpo de la mujer. Se pusieron como locos porque a veces se reían nerviosos, no podían creer que a veces uno se queda dentro y que ahora les tocaba a ellos. Uy, cómo me divertí, aquellos tórtolos. Me pasearon por toda la ciudad en busca de alguien que me extrajera. Cómo sufrieron los pobres, hasta dar con un doctor que sin más problemas me sacó de ella. Ahora estoy aquí en el bote de basura y les juro que no he parado de reirme.

No hay comentarios.: