PARA DORMIR

Abro puerta tras puerta ya muy entrado en esa casa que no logro saber a quién pertenece. La casa tiene cinco recámaras, en una de ellas sé que debo dormir esta noche, pero he olvidado en cuál. En la primera puerta que abro, veo sobre la cama una extraña orografía agitándose al vaivén de un sueño apacible de dos soñantes. Así que la cierro con cuidado y me encamino a la siguiente. En ella hay una luz encendida y un joven de espaldas escribe una carta larga para una mujer. El tercer cuarto que entreabro, los cabellos de una anciana cubren la almohada como una enredadera en la piedra. Cuarta recámara, otra pareja de respiraciones agitadas bajo sábanas convulsionadas. Me dispongo a trasponer la quinta puerta con la seguridad de encontrarla vacía y poder descansar de un día largo. Me voy, incluso, desvistiendo desde el pasillo. Al llegar, estoy desnudo. Entonces abro la puerta y descubro que ya estoy dormido.