LA PÁGINA EN BLANCO
Esteban Domínguez
Después de varios meses sin atreverse a escribir una sola línea de su ya llevada y traída obra maestra, que acá entre nos ya nadie creía posible, se preparó para enfrentarse a la hoja en blanco. Dejó por fuera las frustraciones, el cansancio de la lucha diaria, los molestos ruidos del mundo, los rostros de miles de gentes que se le trepaban a diario por la espalda, los gritos y los ritos que lo llevan a esas altas horas de la noche en que se ha puesto nuevamente la camiseta de escritor. Cuando quiso desbordarse sobre la página, entendió que era su fin porque no tenía qué decir si no tenía todo aquello de lo que había tratado de huir. Entonces se metió tan hondo como pudo en la página en blanco y desde allá acecha a futuros acompañantes, escritores fracasados.
Esteban Domínguez
Después de varios meses sin atreverse a escribir una sola línea de su ya llevada y traída obra maestra, que acá entre nos ya nadie creía posible, se preparó para enfrentarse a la hoja en blanco. Dejó por fuera las frustraciones, el cansancio de la lucha diaria, los molestos ruidos del mundo, los rostros de miles de gentes que se le trepaban a diario por la espalda, los gritos y los ritos que lo llevan a esas altas horas de la noche en que se ha puesto nuevamente la camiseta de escritor. Cuando quiso desbordarse sobre la página, entendió que era su fin porque no tenía qué decir si no tenía todo aquello de lo que había tratado de huir. Entonces se metió tan hondo como pudo en la página en blanco y desde allá acecha a futuros acompañantes, escritores fracasados.
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