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16 de julio de 2009

EL CUENTO SEMANAL


Unicornio
Esteban Domínguez

Henri me llamo, sí, señor y no estoy ebrio, no señor. Para su conocimiento y el de sus superiores, hoy sólo he bebido lo necesario para no estar ebrio. Entonces procedo a explicarle lo que ha sucedido. Salí de la fiesta previa al año nuevo y cuando me disponía a subir a mi auto, se me acercó él. Por supuesto que me saludó de una manera muy cortés y me dijo que con gusto conduciría mi auto hasta las mismas puertas de mi casa para evitar cualquier percance, agregó que una autoridad superior lo había comisionado para protegerme. Estuvimos un rato intercambiando información y negativas de mi parte, hasta que por fin le cedí mi lugar y me corría al del copiloto. Él se acomodó frente la volante y se colocó el cinturón de seguridad y, sin voltear a verme, me ordenó que hiciera lo mismo. Obedecí, claro, porque no se trataba de estarse ahí toda la noche cuando uno trae ya la garganta atravesada por el alcohol y sin dudar de su pericia, empezó a conducir. Poco a poco me di cuenta de que era todo un experto, sólo me alarmé un poco cuando vi que empezaba a acelerar a fondo. Traté de calmarlo pero fue en vano, ya no volvió a dirigirme la palabra y el susto que traía era tremendo, por eso me alegré cuando usted apareció en su patrulla. Ya sé que no me cree y piensa que le estoy contando esta historia impulsado por los efectos de las copas. Pero le juro a usted que quien conducía mi automóvil era un unicornio.

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