Leandro Arellano
La cita
Ximena consulta el reloj al momento de recibir la orden, los músculos de su cara se contraen y enseguida cuelga el teléfono. Sólo cuenta con dieciocho minutos para hacer lo que le pidió el gerente, quien fue contundente: no podía irse sin antes terminarlo. Permanece reflexiva unos instantes, rascándose la cabeza, luego se incorpora y se dirige al cubículo de Rubén. Los hombres G suenan ruidosamente en la radio, Ximena baja el volumen sin pedir permiso. Rubén levanta la cabeza y la interroga con la mirada.
La alcoba dormida JUAN VILLORO
Él cenará después -dijo doña Consuelo.Se persignó de prisa y tomó la cuchara de latón. Me gustaban esos cubiertos superlivianos. Frente a mí, el profesor Rafael se alisó el bigote con tres dedos manchados de nicotina, luego se palpó la corbata, como si apenas recordara que la tenía puesta. Era una prenda común que en él lucía modernísima: un fondo azul cielo salpicado de triangulitos.
Familia Iriarte
Había cinco familias que llamaban al Jefe. En la guardia de la mañana yo estaba siempre a cargo del teléfono y conocía de memoria las cinco voces. Todos estábamos enterados de que cada familia era un programa y a veces cotejábamos nuestras sospechas.
Mario Benedetti
El gato que caminaba solo[Cuento infantil. Texto completo]
Rudyard Kipling
Sucedieron estos hechos que voy a contarte, oh, querido mío, cuando los animales domésticos eran salvajes. El Perro era salvaje, como lo eran también el Caballo, la Vaca, la Oveja y el Cerdo, tan salvajes como pueda imaginarse, y vagaban por la húmeda y salvaje espesura en compañía de sus salvajes parientes; pero el más salvaje de todos los animales salvajes era el Gato. El Gato caminaba solo y no le importaba estar aquí o allá.
También el Hombre era salvaje, claro está. Era terriblemente salvaje. No comenzó a domesticarse hasta que conoció a la Mujer y ella repudió su montaraz modo de vida. La Mujer escogió para dormir una bonita cueva sin humedades en lugar de un montón de hojas mojadas, y esparció arena limpia sobre el suelo, encendió un buen fuego de leña al fondo de la cueva y colgó una piel de Caballo Salvaje, con la cola hacia abajo, sobre la entrada; después dijo:
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