Cuando era niño, allá en mi natal Chiapas, era frecuente el uso de los guajes para llevar agua a las labores del campo. También se llevaba el famozo pozol, que era una bebida con agua y masa. Se les llamaba pumpos. También me tocó conocer las jícaras, que son redondas y normalmente se usaban como recipientes para labar o tomar agua. Aquí en Sonora también se producen, sobre todo en la zona serrana. Mi afición a la agricultura en pequeño, me llevó a sembrar unos de estos guajes en un pequeño terreno que poseo cerca de la mi casa. Las guías de las plantas crecieron muy rápido y me obligaron a hacerles una ramada para que se colgaran. Muy pronto formaron una tupida red, luego florearon y ahí se vienen sus frutos. Me encataba verlos crecer semana a semana. Finalmente colgaban por entre los postes y las ramas, era grato el espectáculo. cada semana temía llegar al terreno y no encontrarlos prque la gente pasaba y los veía con codicia, pero no, ahi estaban. Sin embargo un ventarrón vino a dar a tierra con ellos. Afortunadamente, algunos frutos ya estaban maduros y secaron muy bien, aunque muchos se quedaron sin desarrollarse del todo. Todavía conservo dos de mis preciados frutos. Tengo algunos otros que traje de Guadalajara, donde, en la Barranca, se dan unas maravillas de estos guajes. En esta semana, una amiga me regalará uno que ha sido pintado por ella. Lo espero con ansias. Estos guajes se trabajan con fines artísticos. En la red he bajado algunas bellas imágenes de guajes decorados con primor.
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